21 de septiembre de 2023

Hoja Negra

Poesía para la nuevas generaciones

4 poemas de Aleister Crowley

3 min de lectura

Edward Alexander Crowley (/ˈkroʊli/, Royal Leamington Spa, Warwickshire, 12 de octubre de 1875 – Hastings, East Sussex, 1 de diciembre de 1947), más conocido como Aleister Crowley, cuyo apodo era Frater Perdurabo y The Great Beast 666 (La Gran Bestia), fue un influyente ocultista, místico, alquimista, escritor, poeta, pintor, alpinista y mago ceremonial inglés, que fundó la filosofía religiosa de Thelema. Fue miembro de la organización esotérica Orden Hermética de la Aurora Dorada (de la que fue expulsado), además de cofundador de la Astrum Argentum y, finalmente, líder de la Ordo Templi Orientis (O.T.O.). Hoy en día es conocido por sus escritos sobre magia, especialmente por El Libro de la Ley, el libro de Thelema, aunque también escribió profusamente sobre otros temas y géneros, como ficción y poesía.


POEMAS


  • HIMNO A LUCIFER

Consúmete, ni por bien ni por mal, ¿qué objetivo tiene actuar?
Sin su clímax, la muerte, ¿qué sabor posee la Vida?

Una máquina impecable, exacta,
camina por un sendero necio y fútil.
Para saciar apetitos brutales, su única satisfacción.
¡Qué tediosa capacidad para comprenderse a
sí mismo! Aún más, nuestro noble elemento
de ígnea la naturaleza, amor en espíritu, incomprensible
La vida no tiene primavera, ni eje, ni fin.

Su cuerpo: un radiante rubí sangriento
De noble ímpetu, Lucifer, con alma de sol
Barrido a través del amanecer colosal, raudo transversal,
En el imbécil perímetro del Edén.
Él bendijo a la nada con toda maldición
Y condimentó con tristeza el alma aburrida de los sentidos,
Vida respirada en el universo estéril,
Con Amor y Conocimiento desterró la ingenuidad
La Clave de la Alegría es la desobediencia.


  • FAUNESA

El velo de la bruma del bosque apacible 

se eleva ante los ojos del visionario; 

Arde cruzando el laberinto lóbrego que está más allá –

hacia la beatitud. 

Un éxtasis solemne detiene a la faunesa,

una alegría sagrada succiona al visionario. 

En su esfera que gira como una rosa , 

el óvalo oriental de la alborada. 

La vieja cartela grabada de la luz imprime un sello sobre la floresta: 

Las enramadas son grises, y se filtran en ellas los hechizos del día, 

el rayo acerado que arroja su escudo. 

Se arrodilla aquel espíritu terrestre; 

se arrodilla y mira hacia el oriente; 

En sus ojos grises despierta la bestia del sueño al regocijo druida. 

Se sorprende, ansía , ¡ella, orquídea exótica del pantano! 

Espera la hoja fálica exultante y madura, 

la vida templada por la eternidad. 

Y yo que lo presencio soy poseído por un temor carmesí de deseo, 

Su férrea imagen envuelta en fuego , ociosamente marcada en mi pecho. 

Su rostro es de bronce, su piel es verde, 

como la quisieron los bosques y los soles. 

Sus maravillas secretas crecen y resplandecen, 

iluminadas por la pátina refulgente; 

El culto -el del escultor- olvidado por el culto a su gracioso cuerpo

y el tiempo olvidado con su hoz, 

y el pensamiento,

Confundido en el éxtasis: 

la paz, una flor, es cortada de la raíz arbórea. 

La visión se opaca, el cantor calla, 

el laúd está roto, 

y el canto, anulado. 


  • THANATOS BASILEOS

La serpiente hunde la cabeza bajo el mar

Su madre, fuente de toda su energía eterna,

de allí para sacar la fuerza que necesita

En la tierra para hacer cosas indomables

Una vez más; y ellos, que vieron pero entendieron

Nada de su naturaleza de bienaventuranza

Quedaron sobrecogidos: murmuraron con la respiración entrecortada;

¡Ay del Maestro! por eso se hunde en la muerte.

Pero quien conoce el misterio del hombre

Ve la vida y la muerte como curvas de un mismo plan.


  • EL BUDISTA

Nunca hubo un rostro tan hermoso como el tuyo
Un corazón tan verdadero, un amor tan puro y entusiasta.
Estas cosas perduran, si es que algo perdura.
Pero en esta jungla que alto cielo enmudece
Nosotros en su silencio
la suprema serena coronando lo que está destinado a morir
Anillos en la mesa
que dardo invencible, Golpéame, te amo;
¿Podrás satisfacer el hambre de mi corazón?

No; no en el amor, ni en la fe,
o la esperanza se esconde
La droga que cura mi vida;
Lo sé muy bien
Cómo todo lo lícito,
y todas las cosas prohibidas
Igual no descubras perla sobre el basurero,
No ofrezcas ninguna llave para abrir la puerta del infierno.